Al mexicano Alfredo Guati Rojo se le ocurrió declarar el 23 de noviembre como el Día Mundial de la Acuarela. El artista murió y ya no es posible saber a qué santo dedicó la celebración.
El boliviano Javier Fernández, acuarelista para más señas, dice que tal vez tenga que ver con San Clemente, figura de devoción en el país del norte, a quien se atribuye el milagro de un manantial con el que los esclavos de una cantera se salvaron de morir de sed.
Como sea, lo cierto es que los artistas que cultivan la húmeda técnica en el país están dispuestos a festejar —como ocurre en otros lados del continente— y lo han demostrado con un I Concurso de Acuarela en Pequeño Formato. El certamen, respaldado por la Fundación EsART, convocó a 80 creadores. Los tres ganadores representan a generaciones distintas y explotan variadas posibilidades técnicas y temáticas.
Mario Conde se impuso con Oficio de las horas, "la obra más aventajada en la creación", según el jurado compuesto por Norah Claros, Ricardo Pérez Alcalá y Javier Fernández. Junto a las formas y colores intensos del cultor del hiperrealismo (tapa de Tendencias) aparecen Mercado, paisaje de la alteña Mónica Mamani y Odalisca minera, del orureño Alberto Medina Mendieta, para quien la acuarela se pone al servicio de la figura femenina.
Entre las obras participantes se ve de todo: desde los clásicos paisajes y bodegones hasta abstracciones logradas por la sobresaturación del color, pasando por intentos de pintura-instalación y arte digital sobrepintado.
La ocasión se presenta propicia para explorar en ésta técnica que los pintores de óleo suelen llamar "arte menor".
"¿Cómo va a ser arte menor, si su historia se remonta a más de 3.000 años, mientras que el óleo se inventó en el Renacimiento?", pregunta-afirma el maestro de la técnica en el país, el potosino Ricardo Pérez Alcalá.
Tiempo de vida aparte —"el acrílico no va más allá de los 70 años"—, el estigma muestra "prejuicio e ignorancia". La acuarela "es un medio extrordinario y único para lograr efectos de transparencia, luminosidad, atmósfera y color". Como Fernández y Pérez Alcalá afirman, "es una técnica muy complicada", tanto, "que se necesita una vida de dedicación".
¿Qué no hay figuras de la acuarela tan famosas como las del óleo? "Ignorancia", repite el maestro que se dio el lujo de ganar cinco veces el concurso de acuarelistas en México, país donde las obras de Pérez Alcalá son patrimonio nacional.
Él explica que "el artista vivo más cotizado del mundo es una acuarelista: el norteamericano Andrew Wyeth", autor de El mundo de Cristina. "En América Latina no hay obras suyas porque no pueden pagarse. He visto vender una pequeña acuarela suya en Bologna —La hora de la marmota— en cuatro millones de dólares".
En Bolivia, a decir de Fernández, hay varios exponentes de valía en la historia de la acuarela. Pérez Alcalá no es tan optimista: "La historia es paupérrima, pobrísima; empieza en 1969 y antes no conozco ninguna muestra aceptable". ¿Y qué pasa ese año? "Yo tengo 29 años y, según mis colegas, muestro algo interesante".
Fernández pondera la acuarela cochabambina, con los varios Antezana como exponentes. Pérez Alcalá encuentra que es un mito. "Sólo Darío Antezana es bueno, el resto es un relleno espantoso de imitadores, no de seguidores, imitadores que no llegan a ninguna categoría".
En lo que están de acuerdo ambos pintores —que junto a Julio César Téllez, "el último romántico de la acuarela", forman la Asociación de los Artistas del Agua—, es en valorar la obra mutua y la de Mario Conde. Fernández cita otros nombres de contemporáneos suyos; el maestro habla de algunos de sus alumnos que están aún en camino.
Para argumentar más sobre el tema, Pérez Alcalá —conocido por su feroz sentido del humor— anuncia un libro contra dogmas y traumas.
Se titulará Así no se debe pintar una acuarela, y los ejemplos serán "mis obras".